24.4.14

Interludio de medianoche, las preguntas que nunca me hice.


There is a pleasure in the pathless woods,

there is a rapture on the lonely shore,
there is society, where none intrudes,
ty the deep Sea, and music in its roar:
I love not Man the less, but Nature more,
from these our interviews, in which I steal
from all I may be, or have been before,
to mingle with the Universe, and feel
what I can ne’er express, yet can not all conceal.
… From By The Deep Sea, Lord Byron 



               Yo no sé si podría, salir del camino, adentrarme en el bosque, perderme, vivirlo.  Gozar la gran belleza el tiempo que tuviese marcado y después como una loba perdida morir.  Morir de cualquier modo, morir de forma sucia, de forma real después de un espacio de tiempo determinado que saciase toda esta sed que tengo de sostener la Vida en el estado más puro entre mis dedos.  Y luego dejarla caer, dejarla ir, dejarme ir; sabiéndome partícipe y observadora, sabiéndome existente en este cuadro, este teatro, esta perfección.  Yo no sé si podría gozar sabiendo que sólo la estoy viviendo y que no la estoy salvando, que no la estoy luchando. Conocedora de que mi huella es tan pequeña que ni ella, que me ha hecho, a su semejanza, a su parecida brillantez, se acordará de mi, que la admiré desde los más recónditos lugares.  Desde los árboles, desde la arena, desde las nubes.

                Yo no sé si sería capaz, de agarrarme a la fría piedra, el frío hielo, de arañarla con las uñas, de clavarme como un puñal en las entrañas de la tierra y chillar.  Yo no sé si sería capaz de salvarme, a mí, a la especie humana, que estoy perdida, que estamos perdidas y sin escapatoria alguna.  Yo no sé si podría arriesgarme a sobrevivir cuando el fuego de este feroz infierno vivo asomara, yo me dejaría caer en el sótano del espíritu y me acurrucaría esperando que toda la nada ocurriese hasta que volviera el silencio.  Hasta que volviera la música.  Hasta que el mundo y la humanidad y la extraña melodía ancestral y universal acallara su último eco y tan sólo quedara el eterno arrepentimiento.  Agarrada a esa piedra, ese hielo que nunca llegué a soltar, sosteniendo la ciencia, sosteniendo la literatura, sosteniendo la técnica, sosteniendo las leyes y las normas, sosteniendo el monstruo que se come su propia madre, sosteniendo el que parece ser cenit de creación, la cúspide de la causalidad.  Sosteniéndonos a todos de la mano.  Yo no sé si me soltaría.

                Yo no sé si podré vivir siempre así, con las cosas que pasan de repente, haciendo tanto ruido.  Con la dimensionalidad del alma.  Con el corazón descompasado y la risa a veces congelada en un rostro que aún no sé domar.  Yo no sé si podré vivir siempre así, en una elegida soledad parcial e intrínseca, rodeada de una manada que no parece ser la mía pero que es sin embargo mi única manada.  Sin nadie a quién amar, como la loba esteparia que recorre el invierno sin mirar jamás atrás, sin temores, sin remordimientos ni venganzas.  Incapaz.  Yo no sé si podría seguir, en esta pequeña eternidad a la que llamo vida, suspendida en el agua del mar, viendo los rayos del sol y sabiendo que alguien me espera, arriba, cuando vuelva a respirar; no os dejaré, a nadie, tomar mis manos agrietadas. 

                Nunca os contaré eso de que no creo en nada, que creo en todo, que no sé si podría irme, que no se si podría quedarme.  Que la tenue luz del mañana acecha.  Que el suelo de la estepa corre libre bajo mis pies.

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