La gran era tecnológica.

La gran era tecnológica.  El gran avance del mundo, los enormes engranajes girando y girando, haciendo ruido.  Los centenares de millones de euros anuales.  La ciencia siempre curiosa, el 'cómo' que soluciona la ingeniería.  El inexorable seguir de las cosas.

La fábrica.  Los pasillos azules por los que hay que pasar para que no te mate ninguna máquina gigantesca, los tapones que debes llevar para no quedarte sordo, el hedor que no te puedes quitar de encima.  El 33,3% de una vida.  A cambio de dinero, la pasta es la pasta, de algo hay que comer, este el sistema, así lo hemos creado.  El sistema creciente e insostenible.

Los objetos creados en masa, sin personalidad, sin nada más que el esfuerzo del 33,3% de una vida cualquiera invertido dando de comer a una máquina que dobla, dando de comer a una máquina que calienta, dando de comer a una máquina que da de comer.  Objetos sin amor y el 33,3% de una vida sin amor, y miro el número y pienso que esto es mucho, es demasiado.  Objetos sin personalidad, para personas sin personalidad, todo se pega, hasta la impotencia.  Un mundo sin personalidad para cuatro magnates sin personalidad.  Todo se pega, hasta esta locura.

El menos es más pero creamos más, queremos más, víctimas de la gravedad hacia el éxito que alguna máquina algún día inventó.  La gran era industrial, yo pongo en duda ésta revolución.  Yo pongo en duda el progreso como deidad.  Yo pongo en duda la inmediatez en la que vivimos sumidos.  Yo pongo en duda que todo esté multiplicado por un millón en cualquier rincón del planeta.  Yo pongo en duda que esto sea evolución.

Yo pongo en duda que alguien deba pasar el 33,3% de la vida contando los días que faltan para las vacaciones para mantener los grandes engranajes girando y girando, haciendo demasiado ruido como para que podamos pensar, como para que podamos huir.