2.2.14

Días raros.

No todo son flores.  No todos los días son buenos.  No todos los lugares son hogar, no todos los cielos son un techo bajo el que dormir.  No todas las sonrisas, ni las palabras, ni las notas son verdaderas.  No todos los sitios son paraíso.  No todas las canciones son lo suficientemente buenas.

Hoy tengo miedos.  Tengo miedo a suspender.  Tengo miedo a aprobar y no saber dónde ir.  Tengo miedo a la oscuridad, a la ropa de la silla que me observa si apago la luz.  Tengo miedo al frío que hace, '¡cojones, qué fríazo!'  Tengo un miedo terrible a cargarme con las acuarelas los dibujos que empecé hace semanas.  Tengo miedo porque hace ya tres playlists que dejé de escuchar la música.  Tengo miedo porque no tengo ningún lugar al que debo estar por algún motivo en cinco minutos.  Y no es eso lo que me da pavor, lo que me asusta es el vacío en la tripa que me produce.

Hoy he leído el libro de Arturo, de un tirón.  Hoy me he percatado que echo mucha gente de menos y otra gente de más, que ni siquiera sé si lo que me rodea me gusta.  Porque hoy es un día raro y no me gusta todo, mi caparazón está muy duro así que he mirado por la ventana y he decidido salir, aunque eche a tanta gente de menos y a tanta gente de más.

Hoy no quiero abrazos, ni besos, ni mimis, ni manos.  Hoy quiero música y caminar un poco más, sentarme en algún banco y pensar en el tiempo, en las formas de los árboles.  Un rato de blanco.  Una mente en blanco.  Un espacio en blanco.  Jamás quise ser una mente en blanco.


Hay que dejar espacio en blanco para la improvisación.

Hoy lo único que me asombra es que hoy no me asombra nada excepto, tal vez, el sabor de las tostadas con queso que prepara mi madre mientras escribo.  Hoy me sorprende mi hipocresía, la hipocresía de mi carpe diem si con tan sólo un día malo ya me dejo de asombrar.

No todos los días son buenos, no hay días malos, sólo hay días raros.